Érase una vez un niño llamado Juanito que siempre discutía con su padre. No importaba de qué se tratara, Juanito siempre pensaba que tenía la razón.
Un día, Juanito y su padre fueron al parque. Juanito quería jugar en los columpios, pero su padre le dijo que no, porque había demasiada gente. Juanito se enfadó y empezó a discutir con su padre.
-¡Papá, siempre tienes la razón! -dijo Juanito.
-No siempre tengo la razón -dijo el padre-, pero en este caso la tengo. Hay demasiada gente en los columpios y podrías hacerte daño.
Juanito no quería escuchar a su padre y empezó a gritarle.
-¡Papá, eres un idiota! -dijo Juanito.
El padre de Juanito se enfadó mucho y le dio una bofetada.
-No me vuelvas a llamar idiota -dijo el padre.
Juanito se echó a llorar y se fue corriendo a su casa. Cuando llegó a su casa, su madre le preguntó qué había pasado. Juanito le contó lo sucedido y su madre se enfadó mucho con su marido.
-No tenías derecho a pegarle -dijo la madre.
-Lo sé -dijo el padre-, pero ya no puedo soportarlo más. Siempre está discutiendo conmigo y me llama idiota.
La madre habló con su hijo y le dijo que tenía que respetar a su padre. Juanito se disculpó con su padre y prometió que no volvería a discutir con él.
Juanito aprendió que a veces su padre tenía razón y que debía respetarlo. También aprendió que no debía gritarle ni llamarlo idiota.